'Pasan los campanilleros', de Manuel López Farfán, o 'Campanilleros' a secas, como la conocemos muchos cofrades, es probablemente la marcha que más aplausos arranca de nuestra Semana Santa y por eso se merece un hueco entre nuestros pellizquitos. Es probablemente la primera marcha que aprendimos a tararear y, precisamente porque nos acompañó desde que éramos unos críos, a algunos, entre los que me encuentro, dejó de gustarnos. En esa edad en la que dejamos de ser 'público' de la Semana Santa para empezar a ser cofrades, nuestra sensibilidad descubre la belleza en los aspectos más sutiles de nuestras cofradías: la contención, el gusto por el detalle, la elegancia de un cortejo perfectamente ordenado o esas marchas de palio solemnes que poco a poco se van metiendo en nuestro ser. De pronto un día, pasados los años, estamos esperando a una Virgen nuestro sitio preferido y empieza a sonar 'Campanilleros', y sin saber cómo, se te escapa una lagrimita. ¿Pero seré tonto? ¿No me he emocionado? Y es que esta marcha, con su contagiosa alegría, tiene también su pellizquito.
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